Precios, calidad y trabajos fotográficos (casi) gratis

[:es]Flores Jardin[:]

[:en]El mercado hoy ofrece cada día cosas más baratas, de calidad mediocre a pobre. Mientras se trata de productos de origen predominantemente chino, los consumidores parecen estar de acuerdo que si no pagues bien, no puedes esperar mucho.

El problema aparece cuando este mismo punto de vista se aplique a los servicios. Por diferencia de los productos importados en grandes cantidades, una persona que ofrece servicios no puede vender más de una unidad, que elaborará dentro de un tiempo determinado. En la fotografía, aunque a primera vista no lo parece, también se introducen materiales, como en cualquier otro oficio.
El buen trabajo del fotógrafo no se puede desarrollar sin una buena cámara. No un móvil, una cámara. «Buena cámara» significa pagar buen dinero para adquirirla. Además, para saber trabajar con ella, el fotógrafo invierte en formaciones, actualizaciones de sus conocimientos, adquirir material adicional imprescindible para su trabajo: lentes, filtros, flashes, etc. Esto no es gratis en ningún caso.

Muchas personas creen que el trabajo del fotógrafo empieza y acaba con la sesión de fotos. Podrían tener razón solamente en los casos en que una vez acabada la toma, el fotógrafo descarga las fotos en un soporte y se los ofrece tal y como está. Sin embargo, material en bruto no es lo que está esperando un cliente. El quiere salir bien en las fotos, quiere sentirse especial, es decir – pide calidad. Y si es posible, por el precio de un producto de importación asiática… o gratis.
Sin embargo, la calidad que exigen requiere otras horas de trabajo que se desarrollan en equipos informáticos – que el fotógrafo adquiere por pago, claro! – en tiempos que duplican o triplican el tiempo de la sesión. En la mayoría de los casos, como el cliente no ve el proceso oculto, le parece que éste no existe.
Como consecuencia, el presupuesto que recibe del fotógrafo con frecuencia le parece exagerado e inexplicable.

Muchas ofertas fotográficas tienen dos partes: el precio de tiempo de la toma, más precio por cada foto procesada después. Los clientes ven este como un abuso por la parte del fotógrafo. Sin embargo, si el no cobra el tiempo de manipulación de las imágenes, supuestamente lo regala. En el mismo tiempo, este regalo no reduce sus facturas de luz, de Internet, la compra de equipos informáticos, ni le impide a la Seguridad Social cobrarle los 100% de la cantidad de autónomo.
Son muchos que ceden en este punto y deciden bajar precios. Así aparecen ofertas de 50€ o incluso menos por una sesión de fotos. Y si esta oferta llega al cliente a través de plataformas tipo Groupon, el pago se reducirá con 50% a favor de la plataforma.
Una sesión fotográfica con frecuencia dura entre 60 y 90 minutos. Como resultado, de ella salen entre 60 y 150 fotos. El tiempo necesario para revisar, elegir y elaborar 10 o 15 fotos es bastante subjetivo y depende de la rapidez del fotógrafo, pero es poco probable, que suceda en menos de 3 o 4 horas.
Con todo sumamos alrededor entre 5 y 6 horas de trabajo, la sesión incluida, para presentar el trabajo acabado al cliente. En varias ocasiones los clientes pueden pedir cambios. Si el fotógrafo cede al hacerlos, esto aumenta el tiempo, muchas veces sin coste adicional para el cliente.

Al pagar 50 euros, el cliente recibe trabajo desarrollado en 6 horas, es decir – por precio inferior de 10 euros por hora. Este precio para el fotógrafo es bruto. En él se asuman los gastos tipo viaje, luz, estudio – si es de alquiler, etc. Ah, si, también de este dinero el fotógrafo tiene que pagar impuestos, seguros, su propia seguridad social…

El cliente se va con sus fotos feliz con la compra extremadamente barata mientras el fotógrafo se va ahogando en problemas por haber dejado infravalorar su tiempo y trabajo.

Algo parecido sucede en todos los sectores de servicios. Como resultado general, la calidad de lo que recibe el cliente baja drásticamente, los buenos profesionales poco a poco empiezan a rechazar pedidos de individuales y buscan clientes en sectores que les permiten ganarse la vida.
Y el cliente, este mismo, que está dispuesto de pagar precio de un producto importado asiático, pagando este precio acaba recibiendo servicio de esta misma calidad, pero hecho en España.[:es]El mercado hoy ofrece cada día cosas más baratas, de calidad mediocre a pobre. Mientras se trata de productos de origen predominantemente chino, los consumidores parecen estar de acuerdo que si no pagues bien, no puedes esperar mucho.

El problema aparece cuando este mismo punto de vista se aplique a los servicios. Por diferencia de los productos importados en grandes cantidades, una persona que ofrece servicios no puede vender más de una unidad, que elaborará dentro de un tiempo determinado. En la fotografía, aunque a primera vista no lo parece, también se introducen materiales, como en cualquier otro oficio.
El buen trabajo del fotógrafo no se puede desarrollar sin una buena cámara. No un móvil, una cámara. «Buena cámara» significa pagar buen dinero para adquirirla. Además, para saber trabajar con ella, el fotógrafo invierte en formaciones, actualizaciones de sus conocimientos, adquirir material adicional imprescindible para su trabajo: lentes, filtros, flashes, etc. Esto no es gratis en ningún caso.

Muchas personas creen que el trabajo del fotógrafo empieza y acaba con la sesión de fotos. Podrían tener razón solamente en los casos en que una vez acabada la toma, el fotógrafo descarga las fotos en un soporte y se los ofrece tal y como está. Sin embargo, material en bruto no es lo que está esperando un cliente. El quiere salir bien en las fotos, quiere sentirse especial, es decir – pide calidad. Y si es posible, por el precio de un producto de importación asiática… o gratis.
Sin embargo, la calidad que exigen requiere otras horas de trabajo que se desarrollan en equipos informáticos – que el fotógrafo adquiere por pago, claro! – en tiempos que duplican o triplican el tiempo de la sesión. En la mayoría de los casos, como el cliente no ve el proceso oculto, le parece que éste no existe.
Como consecuencia, el presupuesto que recibe del fotógrafo con frecuencia le parece exagerado e inexplicable.

Muchas ofertas fotográficas tienen dos partes: el precio de tiempo de la toma, más precio por cada foto procesada después. Los clientes ven este como un abuso por la parte del fotógrafo. Sin embargo, si el no cobra el tiempo de manipulación de las imágenes, supuestamente lo regala. En el mismo tiempo, este regalo no reduce sus facturas de luz, de Internet, la compra de equipos informáticos, ni le impide a la Seguridad Social cobrarle los 100% de la cantidad de autónomo.
Son muchos que ceden en este punto y deciden bajar precios. Así aparecen ofertas de 50€ o incluso menos por una sesión de fotos. Y si esta oferta llega al cliente a través de plataformas tipo Groupon, el pago se reducirá con 50% a favor de la plataforma.
Una sesión fotográfica con frecuencia dura entre 60 y 90 minutos. Como resultado, de ella salen entre 60 y 150 fotos. El tiempo necesario para revisar, elegir y elaborar 10 o 15 fotos es bastante subjetivo y depende de la rapidez del fotógrafo, pero es poco probable, que suceda en menos de 3 o 4 horas.
Con todo sumamos alrededor entre 5 y 6 horas de trabajo, la sesión incluida, para presentar el trabajo acabado al cliente. En varias ocasiones los clientes pueden pedir cambios. Si el fotógrafo cede al hacerlos, esto aumenta el tiempo, muchas veces sin coste adicional para el cliente.

Al pagar 50 euros, el cliente recibe trabajo desarrollado en 6 horas, es decir – por precio inferior de 10 euros por hora. Este precio para el fotógrafo es bruto. En él se asuman los gastos tipo viaje, luz, estudio – si es de alquiler, etc. Ah, si, también de este dinero el fotógrafo tiene que pagar impuestos, seguros, su propia seguridad social…

El cliente se va con sus fotos feliz con la compra extremadamente barata mientras el fotógrafo se va ahogando en problemas por haber dejado infravalorar su tiempo y trabajo.

Algo parecido sucede en todos los sectores de servicios. Como resultado general, la calidad de lo que recibe el cliente baja drásticamente, los buenos profesionales poco a poco empiezan a rechazar pedidos de individuales y buscan clientes en sectores que les permiten ganarse la vida.
Y el cliente, este mismo, que está dispuesto de pagar precio de un producto importado asiático, pagando este precio acaba recibiendo servicio de esta misma calidad, pero hecho en España.[:]

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